Enfermedad ocular tiroidea (EOT) es un trastorno autoinmune complejo que no responde bien a un tratamiento único. Aunque suele asociarse a la enfermedad de Graves, la DET puede darse en personas con niveles normales o incluso bajos de hormona tiroidea. Provoca inflamación e hinchazón en los tejidos que rodean los ojos, lo que provoca proptosis (ojos saltones), visión doble, dolor y, en algunos casos, pérdida de visión.
Lo que hace especialmente difícil el tratamiento del TED es su imprevisibilidad. Algunos pacientes experimentan síntomas leves que se estabilizan por sí solos. Otros se enfrentan a años de inflamación fluctuante, acumulación de tejido cicatricial y daños estructurales. El tratamiento debe adaptarse a cada paciente, teniendo en cuenta la actividad de la enfermedad, la gravedad, las complicaciones y los factores de riesgo subyacentes.
Cuando no se abordan las variables del tratamiento, pueden producirse daños a largo plazo y una reducción significativa de la calidad de vida.
¿Qué es la enfermedad ocular tiroidea y por qué varían los tratamientos?
La DET es una enfermedad autoinmune en la que el organismo ataca por error los músculos y el tejido conjuntivo que rodean los ojos. Esta respuesta inmunitaria desencadena inflamación, hinchazón y expansión tisular en el interior de la órbita, lo que a la larga puede causar alteraciones funcionales y cambios estéticos.
La enfermedad ocular tiroidea suele estar relacionada con el hipertiroidismo, especialmente con la enfermedad de Graves, pero no exclusivamente. Los pacientes eutiroideos e hipotiroideos también pueden desarrollar DET.
La enfermedad progresa a través de dos fases distintas: una fase inflamatoria activa y una fase fibrótica (inactiva) posterior. Las opciones de tratamiento y su eficacia difieren sustancialmente en función de la fase en la que se encuentre el paciente. Los medicamentos pueden funcionar bien durante la fase activa de la DET, y la cirugía suele reservarse para la fase estable, cuando la inflamación ha remitido.
La variación en la gravedad, el momento y las complicaciones de la enfermedad dificulta aún más la toma de decisiones, lo que refuerza la necesidad de planes de tratamiento individualizados.
Impacto de la actividad y progresión de la enfermedad
La enfermedad ocular tiroidea no sigue una línea recta. Se mueve a través de dos etapas principales: una fase activa y una fase inactiva. Comprender en qué fase del ciclo se encuentra un paciente es un factor importante para determinar cómo tratar la enfermedad.
En la fase activa, el sistema inmunitario ataca activamente los tejidos que rodean los ojos, provocando hinchazón, inflamación y cambios rápidos de los síntomas. Esta fase suele durar entre seis meses y dos años. Durante este periodo, el objetivo del tratamiento es reducir la inflamación y controlar la respuesta autoinmunitaria. Los tratamientos con esteroides, como los corticosteroides, y las opciones más recientes, como el teprotumumab (una terapia dirigida que ha demostrado reducir la proptosis y la inflamación), son más eficaces durante este periodo.
Una vez que la enfermedad se inactiva, la inflamación se ralentiza o se detiene; sin embargo, el daño puede permanecer. En esta fase, los principales problemas son estructurales, como músculos tensos o cicatrizados, ojos hundidos o saltones y disfunción de los párpados. Estos problemas no se solucionan fácilmente con medicación.
En su lugar, la corrección quirúrgica se convierte en el centro de atención, a menudo escalonada en el tiempo para abordar los distintos problemas de forma individual y no simultánea. Para elegir el tratamiento adecuado es preciso saber en qué fase se encuentra la enfermedad, ya que tratar la inflamación en una fase incorrecta o precipitar la intervención quirúrgica puede conducir a resultados peligrosos y perjudiciales.
Influencia de los factores de riesgo específicos del paciente en los planes de tratamiento
No todas las personas con enfermedad tiroidea desarrollan DET, y entre las que lo hacen, la gravedad puede variar drásticamente. Esto depende en gran medida de los factores de riesgo individuales. Por ejemplo, el tabaquismo es uno de los más documentados. Las investigaciones demuestran que los fumadores son más propensos a desarrollar DET y tienden a presentar síntomas más graves con una mala respuesta al tratamiento. Se recomienda encarecidamente dejar de fumar como parte de cualquier plan de tratamiento.
Los niveles de la hormona tiroidea también desempeñan un papel fundamental. Las fluctuaciones, especialmente tras un tratamiento con yodo radiactivo, pueden desencadenar o empeorar los síntomas. Mantener los niveles bien controlados es esencial durante todo el proceso de la enfermedad.
La edad y el sexo son importantes. Mientras que las mujeres son más propensas a desarrollar la enfermedad ocular tiroidea, los hombres tienen más probabilidades de sufrir complicaciones graves. Los pacientes mayores también son más propensos a la fibrosis y a cambios duraderos en la cara y los ojos.
Otro factor clave es la presencia de anticuerpos del receptor tiroideo. Unos niveles elevados se relacionan con una lucha más agresiva o prolongada contra la enfermedad. Las comorbilidades, como la diabetes y los problemas de tensión arterial, pueden limitar las opciones de tratamiento que, por lo demás, son seguras o eficaces, sobre todo si el paciente utiliza un tratamiento con corticoides o se somete a una intervención quirúrgica.
Estos factores personales determinan cómo progresa el TED y cómo debe gestionarse.
Elegir entre tratamientos médicos y quirúrgicos
El tratamiento de la DET se divide en dos grandes categorías: médico y quirúrgico. La elección entre ellos depende del estadio y la gravedad de la enfermedad.
1. Terapia médica
Suele ser el primer paso durante la fase activa. Puede incluir dosis altas de corticosteroides, por vía oral o intravenosa, para controlar la inflamación. En los últimos años, el teprotumumab se ha convertido en una opción prometedora para la TED moderada a grave, ya que se dirige a los mecanismos autoinmunes subyacentes en lugar de centrarse en los síntomas.
La radiación orbitaria también puede considerarse en algunos casos, especialmente cuando los corticosteroides no son eficaces por sí solos. Los suplementos de selenio, aunque no son una cura, pueden aliviar los síntomas en los casos leves.
2. Intervención quirúrgica
Esta estrategia de tratamiento entra en juego durante la fase inactiva, cuando la inflamación se ha asentado, pero los ojos saltones o la visión doble requieren corrección. La cirugía de descompresión orbitaria puede reducir la presión y restaurar la alineación, mientras que las cirugías musculares pueden mejorar la posición del ojo y reducir la visión doble.
En algunos casos, las cirugías de párpados ayudan a restaurar el cierre, la protección y la apariencia. Al existir tantas opciones, el tratamiento quirúrgico se realiza por etapas y se personaliza en función del paciente.
Estrategias de control y seguimiento a largo plazo de los pacientes con DET
Incluso después de la mejoría de los síntomas, el TED requiere una atención continuada. Los seguimientos rutinarios con un endocrinólogo y un oftalmólogo son esenciales. Unos niveles tiroideos estables reducen el riesgo de recurrencia, y los exámenes oftalmológicos continuados ayudan a detectar complicaciones tardías. El apoyo a la salud mental también puede ser crucial para el cuidado a largo plazo, sobre todo si los pacientes se enfrentan a los efectos emocionales y sociales de los cambios de aspecto o la pérdida de visión.
Dejar de fumar, adoptar hábitos de vida saludables y vigilar de cerca los síntomas pueden mejorar significativamente los resultados a largo plazo. Y lo que es más importante, los pacientes necesitan educación y apoyo para reconocer cuándo puede estar evolucionando el TED.
Tenga en cuenta que las complicaciones de la DET no son meramente estéticas o inconvenientes; son problemas médicos que pueden afectar a toda la vida de una persona. Tratarlas a tiempo puede preservar la visión, devolver la confianza en uno mismo y reducir los daños a largo plazo. Con el equipo asistencial adecuado y un plan de salud a largo plazo, los riesgos y complicaciones de las enfermedades oculares tiroideas pueden reducirse y controlarse con mayor eficacia.